La importancia de un árbol

Recorro mi jardín y siento paz. Paz por haber plantado años y años árboles para lograr bosquetes que acojan con cariño y generen condiciones para la vida.

Sin árboles no hay refrigeración del planeta posible.

Sin árboles no hay esa perfecta sensación de estar vivo.

Sin árboles tampoco hay esa tranquilidad que no da una lona ni un techo.

Sin árboles no hay herbáceas felices.

No ha sido tarea fácil. Nuestra zona está cada día más desértica y falta el agua de riego que antes corría diariamente por los canales de regadío e inundaban nuestros jardines. Sin casi darnos cuenta, año a año la frecuencia disminuye y la lámina es menor. Cada día la humedad ambiental del entrono se hace más esclerófila. Esas vaguadas costeras diarias de meses de verano que nos quitaban horas de piscina ya no existen con tal magnitud. Esos techos mojados que recién evaporaban a medio día, hoy solamente se producen en días contados. Y los festejamos, los celebramos, los comentamos. La garúa hoy tiene cara de fiesta, es un baile para el espíritu, una danza que alegra la sequedad de tanta tecnología.

La primera lluvia de esta temporada otoñal nos regaló que volviera a la tierra lo que era de la tierra, ese polvo casi incrustado en las hojas. Se limpió el alma de los bosquetes y el nuestro también. Y apareció el color otoñal, se esfumó en una noche la capa polvorienta y dejó lucir por fin el traje otoñal de nuestros amigos llamados árboles.

Hoy quisiera agradecer a todos los que plantan, los que cuidan su jardín y los que cuidan el planeta. Las fundaciones que trabajan por el medio ambiente, los viveros que producen pensando antes que nada en el verdor necesario. No estamos solos, somos muchos lo que vivimos buscando razones para mejorar la vida del planeta.

En nuestra zona, tenemos árboles que están sufriendo cada día más como los liquidámbares. Su zona no es esta zona. Hoy debemos enfocarnos en los árboles nativos como Cryptocaria alba (peumo), Shinus latifolius (molle), Quillaja saponaria (quillay), Maitenus boaria (maitén), (Beilschmiedia miersii (belloto) , Huingán (Schinus latifolius) Azara petiolaris (lilén).  Algunos Quercus, Celtis australis (Almez), Cercis siliquastrum (árbol de judea), Prosopis chilensis ( Algarrobo), Lagunaria patersoniii, Pyrus calleryana (Peral de flor), Shinus molle (Pimiento), Gleditsia triacanthos (árbol de las tres espinas), Parquinsonia aculeata (parquinsonia). Algunos cupressus y algunos acacios también nos vienen bien. Las higueras, los olivos y los kakis con sus frutos para nuestras pastas dulces o saladas y nuestros macerados caseros.  Y nuestra reina la palma chilena, Jubaea chilensis, que con sus frutos nos alimenta, con sus hojas atrapa la garúa y se yergue digna en pedregosos lugares. No importa si es lenta, los años cuentan para nosotros pero la palma y tantos árboles están acá para traspasar fronteras generacionales. Nos hablan de la historia, de nuestros antepasados. 

Sigamos plantando toda la tierra seca, abandonada, pedregosa, de la que tenemos tanta en nuestro país. 

Ya está pasando el invierno , quedan sólo unos días y las lluvias han llegado a un promedio bastante positivo dentro de todo. Una fiesta para todos nosotros que vivimos en esta zona climática.

Ya viene la primavera que será otra gran fiesta. Bajo todos los árboles de nuestro bosque esclerófilo, ya asoman las añañucas, las alstroemerias y los huilles. Salgan a mirar y admirar como estos grandes, los árboles, protegen a los pequeños, las herbáceas y geófitas de nuestra flora. Y en el jardín, observen cómo empieza todo a brotar y a cambiar.