Caleta Maitencillo, latitud 31.2 sur

Visitamos Doña Eli quién nos recibió con tanto cariño en su casa. Su marido, pescador desde los 17, aguerrido como la mar, nos ofrece pescado frito recién fresco. Hablamos desde la ley de pesca y cómo les influye en su labor de artesanos. Sin rencores, pero con claridad saben que deben seguir en la búsqueda de lo posible. Grandes personas. Estaban varios hijos y nietos con ella, esos que se escapan del mundanal ruido y acompañan a su tata a la mar.

El paisaje rico en azules y grises. Un espectáculo que se abre bajando la quebrada seca entre eucaliptos que hablan de antaño y bosquetes de secano. Las casas que se asoman traen colores, geraneos rojos, o cardenales como se les llama en Chile. Bouganvilleas cuelgan en un barranco. Un grupo de limonium a la orilla de alguna casa. Y en la playa rocosa, nativas como Frankenia chilensis, Cistanthe  grandiflora y más arriba los chahualillos.

A un lado la casa de Doña Eli, con sus cebollines para unos buenos adobos para el pescado. De regalo le mandé una Hardenbergia violácea que está feliz en esas tierras salinas. Me sorprendió gratamente ya que la casa está literalmente a la orilla del mar. Donde termina la playa y comienzan las piedras grandes.

 Siempre bien dispuesta la mesa y el estar, Doña Eli hace sus arreglos de cactáceas en conchas de locos y trozos de madera pulidos por el mar. Nada es al azar en su casa, los paneles solares, el congelador para guardar la ‘’cosecha’’, la cocina a gas en el centro, invitan al caldillo y a las machas a la parmesana.

A lo lejos se divisan las cactáceas, principalmente los Trichocereus skottsbergii o quisco de Fray Jorge, adornadas con el quintral del quisco (Tristerix aphyllus ), los oxalis y docas y doquillas. Muchos picaflores anidan cerca y aprovechan su néctar como lo hacen los muchos insectos endénicos que se encuentran volando por ahí. Entre los cactales  viven las lagartija lemniscata falsa (Liolaemus pseudolenmiscatus), el lagarto nítido (Liolaemus nitidus), el lagarto de Kuhlmann (Liolaemus kuhlmanni), la lagartija lenmistata ( Liolaemus lenmiscatus) y el  cururo (Spalacopus cyanus). Al cururo lo amamos más en los libros de cuentos pero menos en los jardines que ‘invaden’ sus tierras. Con razón se enfadan y hacen de las suyas muchos diseños bien elaborados.

El gran Oxalis gigantea o palo gordo con sus flores amarillas se entre mezclan con las Fuchsias lycioides  (Chilco del norte)y los Baccharis cóncava o Vautro . Flores amarillas y verde pálido se unen en agradable tonalidad sobre el largo mar y el vasto cielo.

A su vez los molles (Shinus latifolius), el maitén (Maitenus boaria), el litre (lithraea caustica) y el corontillo (Escallonia pulverulenta) le confieren la altura necesaria para convertirse en matorral arbóreo. Tan típico en esta costa chilena.

Caminamos a la gran duna detrás de la caleta y el paisaje se torna aún más agreste, ventoso y escarpado. Cuelgan de los riscos las Puyas berteronianas, la Puya venusta (Chagual chico), junto con las cactáceas como el copao (Eulychnia castanea) la copiapoa (Copiapoa coquimbana), el quisquito del Elqui (Eriosyce heinrichiana) y el quisco de Fray Jorge (Trichocereus skottsbergii). Seguimos y seguimos caminando buscando ver más de los mismos patrones ya divisados. Una que otra malvilla y macizos de Solanum maritimum se unen a esta obra de arte.  Aparecen los huilles, las flores de los solanum y muchas añañucas ya en flor ahora ya terminando el mes de Agosto.

Nuestra naturaleza, de ella todo lo tenemos y todo se le debemos.