La querida garza chica, nuestra mascota

Junto a los tractores, los caballos con sus rastras aparecían hace ya muchos años muchísimas garzas en el campo. Felices iban detrás de todo lo que removía el suelo. Hoy aún se ven, pero en mucho menor cantidad.

Hace días, cuando preparábamos un nuevo potrero para nuestras plantas, aparecieron varias y me acordé de los años ´70 y ´80 (juventud, divino tesoro) en que llegaban de a decenas. Esta vez eran siete. Me senté en una piedra para observarlas. Más esquivas que antes, menos blancas que nunca. En efecto, no tienen charcas ni riachuelos ni lagunas donde bañarse, ni siquiera el río Aconcagua tiene agua suficiente. La poca agua baja en turnos y nadie, nadie se acuerda dejar un mínimo caudal ético para la vida silvestre. Y cuando baja algo de agua, las vacas y caballos de asentamientos nómades en pleno lecho, ser adjudican el lugar que queda para la naturaleza.

¡Qué poco hemos pensado y qué mal nos hace a la propia humanidad el ser tan corto de vista y cortoplacistas!

Comencé a hacer memoria y descubrí que, en aquellos años, aparte de haber más campo y menos asentamientos urbanos alrededor de Pocochay, llovía muchísimo más. Estamos en Julio y no ha llovido prácticamente nada en nuestra Quinta Región. Da miedo. Paraliza. Pero esto me movió a repensar lo que quiero para nuestro Vivero: quiero que sea más y más amigable con el entorno. Más aves, más animales endémicos y silvestres, menos perros sueltos e irreverentes saltando panderetas y rompiendo cercos y persiguiendo Cururos.

Comenzamos, por lo tanto, a pensar en islas dentro del Vivero que les den una parada segura, con agua limpia también para bañarse. Alimentándose de nuestras plantas de jardines como un buen corredor biológico que les dé la posibilidad de un camino seguro cuando pasen por acá.

¿Y qué tal si todos hacemos lo mismo?

Se imaginan lo lindo que sería, tener que pasar a baja velocidad por las calles, porque debemos cuidar el cruce de ciertos animales, como es en medio de ciudades gigantes como Berlín y tantas más en el mundo moderno.  ¿Por qué no?

Te elijo a ti, garza chica, para recordarnos cada día que cooperaremos contigo y todos tus amigos para devolverles la libertad perdida, el plumaje blanco, los lugares donde anidar, para que puedan volver a cantar y nosotros sentir tu libertad perdida.